A partir del siglo XVIII, tanto la revolución norteamericana que dio paso a la independencia de Estados Unidos, como la revolución francesa, sentaron las bases jurídico políticas e institucionales para la consolidación y desarrollo de los Estados nacionales.
En el caso de Francia, el proceso iniciado el 14 de julio de 1789 culmina con el golpe de Estado de 1799 que da paso al consulado y el imperio de Napoleón Bonaparte.
A este proceso, que origina los estados nacionales, se le da el nombre de revoluciones burguesas y generaron el crecimiento, desarrollo y consolidación del sistema capitalista, primero en Europa y América del Norte; posteriormente, se extiende con las guerras de independencia de América Latina.
Este proceso continuó durante todo el siglo XIX y gran parte del XX, a través de una evolución muy complicada en todo el mundo. Panamá es incorporada al capitalismo mundial con la construcción del ferrocarril transístmico, a mediados del siglo XIX, y se inserta de manera definitiva con el Canal de Panamá, a principios del siglo XX.
En el caso de Panamá, el proceso de desarrollo y consolidación del Estado nacional ha sido muy complicado, accidentado, doloroso y extraordinariamente largo. Toda la lucha nacionalista librada por la sociedad panameña no es más que la manifestación históricamente necesaria de la revolución burguesa y que expresa de manera nítida y coherente con el torrijismo.
Entre las décadas de 1960 y 1990, analistas y cientistas políticos e historiadores como Ricaurte Soler, Simeón González, Egbert Wetherborne, Humberto Ricord, Humberto Brugiatti, Raúl Leis, estos ya desaparecidos, y otros como Marco Gandasegui, Luis Navas, Julio Manduley, Miguel Antonio Bernal, aun entre nosotros, nos ofrecen a través de sus escritos periodísticos, ensayos políticos y libros –desde diferentes puntos de vista y aun con grandes diferencias de interpretación– cómo se fue dando este complicado proceso.
De gran utilidad para investigadores y analistas, son los ensayos políticos contenidos en la obra Documentos Históricos del Partido del Pueblo, y de la desaparecida revista Diálogo Social, editada por el Centro de Acción Social de Panamá (Ceaspa) durante las décadas de 1970 y 1980. A partir del año 2000, Panamá alcanza su independencia política formal con la definitiva extinción del enclave colonial que Estados Unidos controló por 97 años. A Panamá revierte el Canal con sus áreas circundantes y se sientan las bases materiales para la actual expansión económica.
¿Qué estamos viviendo en Panamá? Lo que estamos experimentando es el crecimiento, desarrollo y consolidación del capitalismo panameño, con sus respectivas especifidades, adoptando sus formas más nítidas y manifestaciones naturales, y que se expresa en una mayor desigualdad entre la clase dominante y las clases subordinadas.
Toda la incertidumbre institucional que deriva en manifestaciones de arbitrariedad y formas cuasi despóticas de nuestro sistema presidencialista es parte de un proceso histórico inevitable y necesario.
Cuando Carlos Marx analiza la situación de España, examina las características de la especificidad española. Santiago Carrillo, exsecretario general del Partido Comunista Español, en una de las tantas reflexiones que diera a la prensa escrita de su país, manifestó que Marx enseña que en el caso de España los procesos de cambios sociales y políticos son muy lentos, complicados, contradictorios y accidentados.
Si analizamos la situación política y económica de Panamá desde una perspectiva histórica y la proyectamos hacia el futuro, se puede anticipar que la inestabilidad política derivada de un estado de incertidumbre institucional, históricamente acondicionado, continuará por muchos años hasta que el capitalismo panameño alcance sus formas más acabadas.
Diógenes de la Rosa, reconocido político e intelectual ya desaparecido, señaló una vez lo siguiente: “la democracia panameña con todas sus virtudes y muchos defectos es la que tenemos”.
Esto de ninguna manera significa que tenemos que conformarnos con lo anterior. La democracia real será el resultado de una larga lucha, pues ninguna conquista social o popular ha sido gratis.
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